Perspectivas contextuales sobre el tema de la Asamblea desde una América diversa
¿Cómo se desarrolla el tema de la Asamblea "Un cuerpo, un espíritu, una esperanza" en las regiones de América Latina y el Caribe y América del Norte? ¿De qué modo ayuda a promover la unidad en la comunión de iglesias? Quienes participaron en la Pre-Asamblea en Colombia debatieron sobre estos temas, preparándose para llevarlos a la Asamblea de Cracovia.
La unidad como diversidad reconciliada
La unidad subraya cada una de las partes del tema de la Asamblea, expresó la Rev. Dra. Anne Burghardt, Secretaria General de la Federación Luterana Mundial (FLM), al introducir el tema durante la Pre-Asamblea de las Américas, realizada en Bogotá, Colombia.
No obstante, "nunca se insistirá lo suficiente en que unidad no significa uniformidad", añadió Burghardt. "Cuando la unidad se confunde con la uniformidad, nuestras prójimas y prójimos se ven en la obligación de renunciar a sus dones para amoldarse al grupo dominante".
"Desde la Asamblea celebrada en Dar-es-Salaam, Tanzania, en 1977, la FLM se ha comprometido con la "unidad como diversidad reconciliada". Este es un principio ampliamente conocido en el movimiento ecuménico y un principio útil para la FLM como comunión de iglesias "a la hora de entender cómo debería ser la unidad entre iglesias que viven y dan testimonio en contextos diferentes", agregó Burghardt.
Esto, "no significa en la práctica ser" mutuamente indiferentes, sino más bien "aceptar las diferencias que no afectan al núcleo de nuestra fe".
Desde diversos contextos regionales realizaron sus aportes el Rev. Marcos Jair Ebeling, de la Iglesia Evangélica de Confesión Luterana en Brasil, la Rev. Danielle Dokman, de la Iglesia Evangélica Luterana en Surinam, y el Obispo Dr. Larry Kochendorfer, de la Iglesia Evangélica Luterana en Canadá.
Un cuerpo
El Rev. Ebeling realizó su aporte desde el contexto latinoamericano, reflexionando sobre las metrópolis brasileñas de São Paulo, Río de Janeiro, Belo Horizonte y Campinas. Resaltó los desafíos de las pequeñas congregaciones en las metrópolis, la desigualdad social, la diáspora urbana y el desafío que implican la extrema derecha y las iglesias asociadas a ella.
Las iglesias se vieron bastante afectadas por la situación política del país entre 2019 y 2022, dijo Ebeling, cuando estaba en el poder un gobierno de extrema derecha. Las tensiones alcanzaron su punto álgido durante la campaña electoral. "La mayoría de las denominaciones religiosas pentecostales y grandes sectores de las principales iglesias evangélicas -presbiterianas, bautistas, luteranas- tomaron partido por la extrema derecha", expresó Ebeling. "Ello generó mucha reflexión teológica interna. Lo comparto aquí porque entiendo que este tema contribuyó a la división del cuerpo de Cristo y porque exige cada vez más una reflexión personal."
Este desarrollo "tiene que ver con el poder político, sobre todo con el poder de guiar la narrativa religiosa hegemónica sobre la moralidad", manifestó Ebeling. "A lo largo de la historia, la moral cristiana ha brindado respuestas a las preguntas existenciales de la gente y, por ende, se ha convertido en generadora de sentido de la vida y en una voz de esperanza para la humanidad. Su problema radica en que, a través de la construcción de teologías y dogmas, pretende controlar a la sociedad diciendo quién puede y quién no puede recibir de esa esperanza cristiana o del proclamado amor de Cristo."
"Esta disputa incide directamente en otro problema que vivimos en Brasil: varias confesiones religiosas relativizan la defensa de los derechos humanos", señaló Ebeling. En consecuencia, a quienes participan en actividades sociales, proféticas o incluso de evangelización se les coloca la etiqueta de "comunistas". La acción diaconal, característica inherente al Evangelio, se politiza y se transforma en una acusación. "Ser un cuerpo en la metrópoli es proclamar enérgicamente el ministerio de la reconciliación", concluyó Ebeling.
Un Espíritu
La Rev. Dokman identificó tres clamores expresados por las iglesias del Caribe: migración, justicia climática y desventaja tecnológica.
"La migración ha sido un patrón constante en los países con un legado colonial”, dijo. "Como resultado, los países caribeños se han empobrecido de hecho por la extracción de sus recursos materiales y por la fuga de cerebros".
Dokman añadió que el "liderazgo inadecuado" se encuentra en muchos estratos de la sociedad y de la iglesia. "El liderazgo político inadecuado dentro de los países ha contribuido a la violencia, a los levantamientos, a la desestabilización de las instituciones democráticas y a la corrupción que hacen insoportable la vida de las personas y la del resto de los seres con los que compartimos este mundo".
Muchos países del Caribe son islas. "En muchos casos, el océano, el mar, los ríos y todas las formas de vida que contiene son nuestros vecinos más inmediatos, nuestros parientes y nuestro sustento", enfatizó Dokman. "A pesar de ello, la contaminación del agua por el plástico y la extracción de minerales están poniendo en peligro la vida de nuestros vecinos, parientes y la nuestra propia, porque necesitamos del agua para la supervivencia".
Por otra parte, dijo también que "cantidades excesivas de agua nos ahogarán". Con los drásticos cambios climáticos y el crecimiento del nivel del mar, "muchos de nuestros países se enfrentarán y se enfrentan ya a inundaciones, y las islas y países del Caribe corren peligro de desaparecer por completo". Esto ya está generando pobreza e inestabilidad económica en algunos países caribeños.
Dokman manifestó que otro factor crítico para la mayoría de los países del Sur global es la desventaja tecnológica. Esa situación empeoró durante la pandemia del COVID-19.
Sin embargo, "como pueblo de Dios, tenemos una increíble oportunidad para comprometernos en el mundo de Dios hoy, porque los temas que asolan nuestro mundo son profundamente éticas y van al núcleo de lo que significa ser humano, ser humana".
"Aquí es precisamente donde se manifiesta el Espíritu creador, reconciliador y renovador de Dios", dijo. "Sosteniendo y renovando a quienes, de otro modo, se sucumbirían bajo el peso de los agobiantes oleajes y mareas de las corrientes económicas, sociales, religiosas y políticas. Creando un pasaje seguro para quienes simplemente intentan encontrar una forma decente de vivir la vida que se les ha confiado".
Una esperanza
El obispo Kochendorfer, compartiendo una perspectiva desde Norteamérica, expresó que “la esperanza es un don del Espíritu que no se genera desde dentro, sino que es creado cuando se pronuncia una promesa desde fuera."
"Esa esperanza -la continua actividad liberadora y creadora de Dios de reconciliar y de renovar el mundo- nos anima a seguir adelante a pesar de las dificultades y de los desafíos". Kochendorfer se refirió al catecismo de Lutero que "nos enseña que esta esperanza se expresa al orar: 'Venga a nosotros tu reino. Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo'".
"El Espíritu nos impulsa a participar en la obra de Dios, estableciendo la justicia y haciendo la paz -a partir de la transformación- para que todas las personas tengan vida abundante", manifestó. "Cuando sentimos justa ira ante la injusticia y ante el abuso de poder que presenciamos y experimentamos en nuestras sociedades e iglesias, el tema de la Decimotercera Asamblea busca fortalecer nuestra esperanza en la promesa de paz y de justicia de Dios".
Kochendorfer dijo que la Conferencia de Liderazgo de las Américas fue un signo de esperanza, "en la que la región de América del Norte fue más formalmente invitada a participar por la región de América Latina y el Caribe en el año 2018". Profundizó las relaciones y el ministerio y creó un nuevo modelo de compañerismo entre las dos regiones.
"Esta invitación de la región de ALC ha sido un regalo para la región de América del Norte, ya que seguimos descubriendo que tenemos en común mucho más que aquello que nos diferencia, y que tenemos mucho que aprender mutuamente", añadió Kochendorfer.
Dijo que también en Canadá "estamos construyendo y practicando la esperanza por medio de la profundización y ampliación de la participación intergeneracional, aunque hay que reconocer que no lo hemos logrado del todo", afirmó Kochendorfer. "Seguimos escuchando en todas nuestras regiones el deseo de quienes son más jóvenes en Cristo de tener voz en la mesa, incluso en los procesos de toma de decisiones y en las oportunidades de liderazgo".
Una esperanza se realiza "donde todas las personas participan plenamente, donde cada voz es invitada y bienvenida, y donde cada voz es escuchada."